17 de agosto de 2010

EXPERIENCIAS VERANIEGAS... Y CON UNAS MAGDALENAS




Hola!!

Sí, sé que no he escrito nada en mucho tiempo. Pero el verano es lo que tiene, que uno sale más por ahí y descuida más su actividad bloguera.

La última vez publicaba las reflexiones postmundial, el mismo día en que terminaba el dichoso torneo. El día siguiente me tocó currar (aunque estuviera de vacas) para estar en un punto de directo del recorrido que los jugadores de la selección harían por Madrid paseando la copa. Bueno, lo de pasearla es relativo, porque le dieron unos meneos que pa qué.

El caso es que ahí estuve yo plantao desde las 13.00 con mi furgoneta, cámara, y una mini torrecita de 2 metros de alto para poder subirnos y tener una perspectiva decente de la apoteosis.

La cuestión es que la apoteosis se desmadró un poco. Desde las 4 de la tarde había allí ciento y la madre. La Gran Vía se suponía que debería haberse cortado al tráfico a las 6.30, pero como a las 4 estaba así, pues casi se cortó antes. Situación a las 4, cuatro horas antes de que pasaran los jugadores (las fotos las hice yo):



A las 5:30: y tened en cuenta la anchura de la gran vía...



A las 6:15 es casi imposible pasar:



Y... a las 7:



Y en medio de es marea, yo encima de mi torrecita. Y claro, toda esa gente no estaba en plan civilizado. Cantaban, gritaban, tiraban cosas, hacían sonar bocinas y vuvuzelas... ah!! y el sol zurrando de lo lindo, porque ese día en Madrid teníamos 37º a la sombra.

El caso es que el bus llegó, por increíble que parezca:



Cuando pasaba por delante nuestro, la muchedumbre enloqueció del todo, y la gente empezó a trepar por mi torrecita, con el consiguiente movimiento de la estructura y de la cámara. Desde la tele me gritaban que estuviésemos quietos, a lo que yo respondía: "claro, espera que bajo y se lo digo a esta gente tan comprensiva!!". Así que nada, el bus pasó y nos dijeron que habíamos terminado. El caso es que ya eran las 9.15 para entonces, y me dijeron que si podía, fuera a echar una mano también a Príncipe Pío, lugar donde acababa el recorrido en un escenario y donde estaba montado el set de la tele. Intenté contactar con el motorista que me dijeron que debía llevarme, pero como las redes estaban saturadas fui andando, total estaba cerca.
Pues gran error el mío.

Empecé a andar y a poco de llegar ya había allí cientos de personas. Vi a lo lejos el escenario y los sets de televisión. Asíq eu fui guiándome por la vista hasta ellos, abriéndome paso entre la multitud. Esta técnica me medio sirvió hasta que llegué relativamente cerca. La gente no estaba muy por la labor de dejar pasar a nadie.

"Ehhh!! que se cuelan!!" gritaban. Y yo: "Prensa!!! soy de prensa!!!"

Ante eso algunos me apoyaban y animaban a la gente a dejarme pasar. Pero otros, ligeramente más alcoholizados que los primeros, decían que ya podía ser el Papa, que no pasaba ni kiski. A estos les suplicaba que estaba a 5 metros de la valla y que me dejaran. Incluso les enseñé el carnet de prensa, donde sale el logo de Telecinco. Pues gran error. Otra vez.
Al verlo, un tío gritó: "ehhh!!! es de Telecinco!!" Y se oían a lo lejos lindezas que iban desde: "Pues que se joda!!" o "al río con él!" hasta cánticos como "fuera el reportero, queremos a la Carbonero!!".
Intentaba hacerme hueco a pesar de todo, aprovechando la confusión. El caso es que alcancé la dicho valla. Y al otro lado vi el set de Telecinco. Mi salvación. Tenía que salir de ese mogollón. Me estaban pisando, estirando de la ropa (no por ser de la tele, sino por estar allí, era lo normal), y del suelo salía un calor bestial.
Una vez en la valla llamé a un tío que parecía de la organización:

"Eh!! por favor, tengo que pasar, voy allí donde Telecinco (enseñándole el carnet de prensa)"

¿Pues no coge el tío borde y me dice que no, que no es por ahí y que además necesitaba un pase especial? Así que le rogué, le supliqué que me dejara, que veía a mis compañeros. Pues nada. Que no y que no. Los siguientes 15 minutos llamé sin parar a mis compis para ver si alguien me podía acercar un pase de esos. Por fin, conseguí dar con uno que salió con el pase en la mano. Cuando le veo aparecer, un resplandor le rodea, es como un ángel para mí en medio de la oscuridad y la decadencia que es aquello. Me alcanza y le dice al de seguridad que es mi compañero y que tiene mi pase.

Pero el de seguridad es malo. Muy malo. De hecho es lucifer en persona. Y le dice que no. Que tengo que dar la vuelta al río al que me querían lanzar unos antes y acceder por la parte de atrás. Así que visto el percal, y que tardaría la tira en dar esa vuelta, decido irme a casa. Cuando llego, mi Amiga Especial (AE) me ve aparecer con un aspecto lamentable: pisoteado, la piel quemada por el sol, los ojos inyectados en sangre de todo el día con las lentillas puestas, sin voz, y sin fuerzas.

En fin... que... waka waka... tu fruta madre!! (no se dicen tacos en este bloj por dictamen de mi abuela).


Y desde entonces.... hasta hoy. Hoy he ido a la compra. concretamente a un súper muy popular y que yo no conocía hasta venir a Madrid, porque por el norte no hay (o yo no sé de ellos): el mercadona. No voy a entrar a valorar el súper en sí, que es uno más, con su marca blanca y sus ofertas de esto y lo otro. De hecho ya había ido varias veces. El caso es que hoy he tenido un pequeño percance... con unas madalenas. Perdón, magdalenas.

Iba yo feliz con mi carrito por el súper: tralala... tralala... que si galletas, que si leche, que si fruta... etc etc. Y llego a la sección bollería, que me encanta. Aparco mi carro en doble fila un poco más atrás porque está el pasillo pelín saturado de carros de la gente de frutería que está al lado y al deben regalar porque allí no entran y la gente los pone donde los bollos. Me pongo a mirar todo, y veo los sobaos: mejor hoy no que ya los cogí la otra vez. Quiero algo menos habitual... a ver... Bizcochos. No... también los cogí hace poco... ¡¡Madalenas!! Se me antojan y cojo un paquete. Son de la marca blanca esta del mercadona, pero tienen buena pinta. Van dentro de una bolsa grande, unas 30, y cada una a su vez envuelta en su mini envoltorio.

Hago que me interesa lo que pone en el paquete (en el fondo me da igual, desde que las he visto las quiero) y me acerco a mi carro. Cuando estoy a una distancia de unos 2 metros lanzo el paquete al interior. Pero el basket, a pesar de mi altura, no es lo mío. Y el paquete da en la barra del carro aparcado delante del mío, rompiendo el plástico y provocando la fuga en masa de madalenas al interior del carro ese.

Yo me quedo de pie en plan: ups... Ahora votad, ¿qué creéis que pasa?



Pues, queridos lectores que tan bien me conocéis...

Supongo que acertaréis. Por supuesto, y viendo que a pesar de la afluencia de carros no hay nadie, vuelvo como si nada a la estantería de las madalenas y cojo otro paquete, que llevo y hago reposar cuidadosamente sobre el resto de mi compra. Cojo mi carro y me voy mirando de reojo las 30 madalenas desperdigadas por el carro ajeno. Me entran ganas de esperar a ver qué cara poner el dueño/a. Pero opto por poner tierra de por medio.

El caso es que la dichosa historia no acaba ahí. Llego a caja y paso los artículos por ella. Incluidas mis madalenas. Como voy solo, la cajera me va poniendo las cosas en bolsas. Termino y voy al otro lado a acabar yo de meter todo en bolsas. Al acabarse los artículos, me dice cuánto es y me dice a ver si quiero que la coca cola y las madalenas, en ese momento sin bolsa de plástico asignada, las quiero meter en una bolsa nueva (para lo que me tendría que sacar una) o si me las llevo así al coche en el carro, sueltas. Le digo que así está bien. Pues sabéis qué??? Gran error.

Cuando bajo al coche, en el garaje del súper, saco todo del carro. Al sacar la bolsa de madalenas se engancha en un saliente del carro, rompiéndose y dejando salir a las dichosas madalenas a darse un garbeo por el carro, el maletero y el garaje. Yo me quedo en plan: no puede ser. Ahí ya no opto por irme y dejar las madalenas por el suelo, porque ya las he pagao (que si no...). Así que vacío una bolsa en el coche y empiezo a meter en ella las 30 madalenas rebeldes. Menos mal que van en sus plásticos, que si no... vaya guarrada. El caso es que las meto todas. Las meto en el maletero y me voy.

A la media hora llego a casa. Abro el maletero y... está lleno de madalenas. Se ve que en el recorrido han querido ver mundo otra vez. Así que repito operación. Meto todas dentro. Y con esa y otras 8 bolsas me animo a subir a casa. Pienso: bueno, puedo con todas, y así luego sólo subo la leche. Pues gran error. Subo al ascensor, enano por cierto, con mis 8 bolsas. Llego a mi piso. Abro la puerta del ascensor y mientras la sujeto con un pie voy sacando las bolsas fuera. Pero cuando ya tengo en mi mano derecha las 5 últimas bolsas y están apunto de salir del ascensor, se me escapa la puerta y se me cierra, pillando... sí, lo habéis adivinado, la bolsa de las madalenas. Me da el acto reflejo de estirar, con lo que la bolsa se rompe más, y al abrir veo el suelo del ascensor lleno de madalenas. Yo así:




Estoy por dejarlas allí, a su suerte. Es lo que el destino quiere, que no me coma esas madalenas. No sé, igual están caducadas, o soy alérgico, o yo qué sé!!! Pero en ese momento sale una vecina de su casa y me pongo a recoger las madalenas a todo correr. Ahora estoy en casa, con las madalenas en otra bolsa de plástico. Están en la cocina pero me parece oírlas... tengo miedo.