13 de julio de 2011

EXPERIENCIAS SALTANDO EN PARACAÍDAS




Hola!!

Este verano no estoy parando quieto. He estado de aquí a allí, haciendo cosas tan variopintas como lanzarme en paracaídas, ir a Perú, currar un poco, y viajar también a Escocia. Y como entre una cosa y otra no ha pasado más de unos pocos días, no me he puesto a escribir aquí. Pero ya me pongo las pilas y voy a ir actualizando esto más y mejor.

Pero vayamos por partes. El 6 de junio me tiré en paracaídas. Sí, yo. Se me ocurrió regalárselo a mi Amiga Especial (AE) como regalo de cumpleaños, y yo me tiré con ella. Los días anteriores ya tienes como un cosquilleo, unos nervios que te recuerdan que en poco tiempo deberás subirte a un avión y a 4.000 m. lanzarte al vacío. Pero hasta el mismo día no se es realmente consciente de lo que se va a hacer.

El sábado en cuestión cogimos el coche y nos fuimos a Ocaña, en Toledo, donde está el aeródromo. El viaje fue bastante... mudo. Mi AE no hablaba mucho y me preguntaba si yo no estaba nervioso, a lo que yo respondía que por supuesto que no... soy el hombre de la pareja, había que mostrarse fuerte e impasible.

Ella se durmió y no despertó hasta encontrarse junto a la pista. Hay que aclarar antes que nada que nuestros queridos amigos nos habían dicho previamente cosas del estilo de "pues os vais a comer mogollón de mosquitos cayendo", "¿me dejas tu plasma en herencia?", o "hoy mi amiga se tira en paracaídas, ¿volverá con las bragas blancas?". Fuera como fuese, nos plantamos allí.

Fuimos derechos al hangar donde se sitúa la escuela de paracaidismo donde íbamos a saltar. Nos acercamos a la oficina y dijimos que teníamos un salto reservado. Entonces el hombre detrás del mostrador nos dio una hoja muy tranquilizadora que debíamos firmar, y en la que más o menos venían a decirte que asumías que podías sufrir desde lesiones cardíacas, hasta quedarte parapléjico, perder un bebé si estabas embarazada (supongo que porque se tesaldría de golpe al caer a toda velocidad y luego no habría quien lo encontrase), o incluso matarte, y que en cualquier caso nunca sería culpa de la empresa.

Así que cogí la hoja y fui rellenando mis datos, hecho lo cual se la di al amable hombre del mostrador. Él cogió el folio y fue pasando los datos a su ordenador, hasta que de repente se paró y miró fijamente la hoja. Yo pensaba que había leído mi nombre y le sonaría, dada mi gran y reputada fama mundial. Pero en vez de eso, frunciendo el ceño me dijo:

"¿La dirección es... General Duende?"
Yo: "Eh... no, pone Travesía Conde Duque"
Él: "Buf!! madre mía...si tú lo dices..."

A todo esto, mi AE al lado partiéndose de risa y burlándose, como no podía ser de otra manera: "Jajajaja, Javier, estás tan acojonao que no puedes ni escribir tu calle, aunque vayas de durito".

Pasado este incómodo lance, y con mi "hombría" en niveles que ni la Bolsa, nos dijeron que teníamos que salir y esperar turno. Concretamente, íbamos en el vuelo 16 del día, lo que significaba que tendríamos que ver cómo subían y bajaban 5 avionetas y sus correspondientes pequeños suicidas. Así, pa ponernos en situación.
Una hora y media más tarde nos llamaron; entramos en el hangar y nos pusieron un mono (de vestir, no animal, una vez un hombre se equivocó de mono y no veáis el trompazo que se dio, tanto él como el pobre mono). Nos asignaron además dos monitores que irían pegados, literalmente, detrás nuestro.

La verdad es que ninguno de los dos estaban muy cuerdos. El mío parecía muy experimentado, muy equipado, y me daba mensajes de ánimo a los que yo hubiera querido responder, pero me limitaba a pensar para mis adentros, en plan:
Él: "Ya verás tío, lo vas a pasar de Fruta Madre (no se dicen tacos en este blog), relájate, disfruta, y abre bien los ojos" Yo pensando: Si me relajo mucho vas a sufrir majete, que vas detrás mío.
Él: "vas a cagarte con la experiencia, va a ser lo más flipante que hayas probado" Yo pensando: Sí, en lo de cagarme estamos de acuerdo.
Él: "esta va a ser tu nueva droga". Yo pensando: ¿Nueva? ¿pero tú qué insinúas?

Después de esos mensajes de ánimo y motivación, acabó diciéndome:
"Mira chaval, me caes bien". Hasta aquí todo normal, caigo bien a todo el mundo.
Y continuó: "Normalmente la postura de caída es esta, pero como pareces un tío de Fruta Madre, vamos a hacer algo que muy pocos hacen. ¿Te gusta la velocidad?"
Yo respondí: "Bueno, si no me gustara creo que no habría venido..."
Él: "la caída normalmente es lenta... ya sabes... 200 km/h... (a este le tuvo que fastidiar mucho lo de bajar la velocidad en autopistas) pero como eres tan de fruta madre, cuando yo te haga una señal vas a poner brazos y piernas así, y caeremos en picado durante un tiempo, cogiendo más de 250 km/h".

Yo en ese momento estaba algo así:



Bueno, pos el momento llegó. Salimos a la pista y allí estaba nuestro avión. Mi cara en ese momento con el loco de mi monitor (para ver las fotos más grandes, pinchad en ellas):



Inciso: llamar avión a eso es quizás ser demasiado generoso. Era una cosa con dos alas y una puerta corredera con capacidad para 8 personas apiñadas. Cerraron la pseudopuerta (pa que no hubiese corriente, porque pa lo que servía...), y enfilamos la pista. Mi aspecto en las cuatro latas con alas:




AL poco empezamos a subir. Fuimos subiendo...subiendo... y subiendo un poco más. Cuando se me ocurría mirar por la ventanilla veía todo...como que muy lejos. Así que pregunté a ver si saltábamos ya o qué. Mi monitor casi se parte de la risa y me enseñó un altímetro que llevaba en la muñeca: 2.000 metros. Así que quedaban otros 2.000. Pos nada, pa arriba se ha dicho!!

Un poco más tarde, a una altura en la que en los aviones comerciales ya te dicen que te puedes quitar el cinturón, sonó un pitido. Al momento, un loco que estaba a mi izquierda, junto a la pseudopuerta, la abrió y se formó un mini vendaval dentro de la avioneta. Le miré escandalizado como diciendo:

"Tíiiiiio!!! estás majara??? acabas de abrir la puerta de un avión!!!!!" Sin pensárselo dos veces se puso de cuclillas, cogió a otro que estaba al lado, y en un abrir y cerrar de ojos saltaron separados y desaparecieron en medio de las nubes. Fue una visión de lo más impactante que he visto nunca. Exactamente así:



Seguido, otro tío que estaba sentado sólo en el suelo se levantó, se acercó a la puerta, y saltó de cabeza. Y después otro. Yo iba echando cuentas y veía que en la mierda de avioneta esa íbamos quedando muy pocos. Hasta que el pirao de mi monitor me dijo:
"Venga tío, ha llegado el momento" Y me empujó hacia la puerta hasta que nos sentamos sacando las piernas afuera. Yo miraba abajo, veía las nubes tannn lejos bajo mí... y tenía esta cara (y mirad la del loco de mi monitor):



Y el momento llegó, el monitor gritó cuatro cosas y de repente noté que desaparecía el suelo del avión, y mucho aire en la cara. Y empecé a caer. Fue como bajarse de un bus en marcha. Aquí está la foto del momento en que me bajaba del avión:




Y toda la angustia, los nervios, que pudieron aparecer en esos momentos de subida en el avión, se fueron con el aire que me daba en la cara. Y disfruté como un niño.




Y grité. Y saludé al cámara, que bajaba a pocos metros de mí. Y se me incrustaron las gafas por la velocidad, pero me daba igual. Y me salieron venas en la cara que ni sabía que existían, pero daba igual.




Porque en ese momento te da igual todo. Estás cayendo desde 4000 metros a 200 km/h, habiendo saltado de un avión y con un tío echándote fotos delante.

No faltó el momento que, con los nervios, había olvidado: que mi monitor quería que cayese en picado para ir más rápido. Me agarró de forma que cogimos una postura de "salto de cabeza" y aceleramos. Y poco después volvimos a la postura habitual (brazos y piernas abiertos). Y poco después, el paracaídas se abrió tirando de nosotros, y pasando de 200 a 50 km/h. No dolió nada el tirón, y empezamos a volar despacio, y adisfrutar de estar suspendido en el aire durante 5 minutos más, cayendo lentamente.

Al llegar abajo, me reencontré con mi AE, que había llegado algo antes a pesar de salir más tarde del avión.





En ese momento no puedes articular ni una palabra. Tienes tanta adrenalina encima que vas como flotando. Y sólo piensas una cosa: "quiero hacerlo otra vez".