17 de diciembre de 2009

EXPERIENCIAS EN OSLO



Hola a tutti!!

Sé que he estado un mes apartado de mis labores cibernéticas, pero es que las primeras semanas desde mi vuelta de Berlín fueron muy corrientes, y luego he estado un poco ocupau…

Pero vuelvo con un nuevo periplo viajero.

Esta vez me mandaron a Oslo, Noruega, a cubrir la entrega del premio Nóbel de la paz a Obama. Íbamos, otra vez, la presentadora del informativo de la noche y yo.

Vistas las previsiones de frío salvaje y nieve, decidí abrigarme para la ocasión, y cogí de mi casa abundante ropa y unas pedazo botas de monte que no me ponía desde hacía años, pero que seguían por ahí.

Así que quedamos en el aeropuerto a las 8 de la mañana. Pasamos los controles y fuimos hacia una cafetería que había en la zona de embarque. Y de repente, noto algo en un zapato. Oigo un ruido raro y piso mal. Miro hacia abajo y veo que tengo la suela literalmente partida por la mitad, y que se está abriendo. Un poco más atrás veo restos del acolchado de la suela que he ido dejando, formando un reguero negro al más puro estilo de pulgarcito.

Yo: “Ups…”
Marta: “¿Qué pasa?”
Yo: “Mira hacia abajo…”
Marta: “Pero…!!”
Yo: “Creo que se me acaba de romper un zapato por la mitad”

Ninguno entendíamos muy bien cómo, pero había pasado.

Marta: “Chiquillo, así no puedes irte a Noruega. Hay que comprar unos ya.”
Yo: “Bueno, vamos a mirar en el duty free”

Entramos en una tienda y vimos botas.

Yo: “Quiero esas”
Empleado: “Claro, ¿número?”
Yo: “47”
Empleado: “No, máximo tenemos del 45, o si me apuras del 46”
Yo: “Pues te apuro. ¿Tienes del 46?”
Empleado: “Voy a mirar”

Se va y me quedo moviendo la suela pa delante y pa atrás, esparciendo restos por todo el parqué, que con el otro pie voy escondiendo debajo de la estantería.

Empleado: “Lo siento, no tenemos nada”
Yo: “Bueno, gracias, da igual”.

Así que salgo de la tienda. Le dije a Marta que no tenían zapatos. Pero por suerte llevaba unas deportivas en la maleta (que iba camino del avión) y que me podría poner en Oslo.

YO: “Bueno, no pasa nada, como tenemos una hora para cambiar de avión en Amsterdam, compro allí”

Así que fuimos hacia la puerta de embarque. Marta y yo. La presentadora y el pseudovagabundo del zapato con la suela a punto de desprenderse. Llegamos a la puerta y esperamos sentados. Vimos que pasaba la hora de embarque y miré por la ventana. Vi nuestro avión y un hombre echándole gasolina bajo el ala derecha. Pues coge el cafre de él y quita la manguera sin haber dejado de echar gasolina, con lo que empezó a salir gasolina a mansalva por el ala y por debajo del avión. Claro, así no podíamos subir. Así que tuvimos que esperar a que llegaran los bomberos y rociaran de AGUA el ala y los alrededores del avión. Total, que empezamos a embarcar tarde.

Yo: “Pues al final creo que no vamos a tener tiempo de comprar zapatos en Amsterdam”
Marta: “O sí. Si perdemos el siguiente vuelo tendremos demasiado”
Yo: “Calla calla… espero que no… Es que maldito zapato… Mira, si el otro está bien…” Y paso la punta del paraguas por la otra suela. Y resulta que no estaba tan bien, porque de la suela surgió una raja y también empezó a abrirse a cada paso.

Pasamos la puerta de embarque y en el túnel de acceso al avión se oía el ruido de mis suelas retumbando en el tubo.

Volamos hacia Amsterdam, cuando faltaba poco para llegar nos dicen que los de Oslo hemos perdido nuestro vuelo y que nos han reubicado en el siguiente, 4 horas más tarde. Nos empezamos a desesperar, pero vemos que el avión nos va a dejar en la puerta contigua a la que usaríamos de embarque para ir a Oslo.

Marta: “Hay que correr, igual llegamos”
Yo: “Y yo con estos pelos. Digo, zapatos”

Salimos del avión escopeteaos, y yo sin saber si iba con zapatos, zancos, esponjas… Lo único claro era que me iba dejando restos por todo. Y llegamos a la puerta de al lado, donde faltaban unas 10 personas por embarcar. Le rogamos que nos dejaran subir aunque hubieran pasado nuestros datos al siguiente vuelo. ¡Y lo conseguimos! Y tras 10 minutos de estancia en Amsterdam, subimos al otro avión.
Lo que no teníamos tan claro era que fuesen a llegar nuestras maletas con nosotros… pero bueno.

Al cabo de hora y media aterrizábamos en Oslo. Me fijé en mi zapato, que ya tenía el 80% de la suela fuera. “A ver si aguanta hasta el hotel…” pensaba yo. Fuimos a la sala de recogida de equipajes… ¡¡y las maletas increíblemente habían llegado!! Estos de KLM… hay que ver lo eficientes que son.

Subimos al taxi, llegamos al hotel, y cuando entraba en mi habitación noto que me desnivelo. Miro hacia el suelo… y había perdido la suela un metro más atrás en el pasillo!!

Esta es la foto de cómo estaban en ese momento mis zapatos:



Luego nos fuimos hacia la zona de comercial, ya con mis zapatos de repuesto (afortunadamente no nevaba), a mirar a ver si encontraba botas. Pero las que había eran tan carisisisisisisissimas que decidí dejarlo y tirar con los que tenía. La que más tuvo que flipar fue la de la limpieza del hotel, que se encontró los restos destripados de mis zapatos sobre la papelera, y tendría que estar pensando que: o tenía mucha hambre y me había comido la suela, o había metido droga en el país ahí dentro.

Pero es que nuestras desgracias aéreas no acaban ahí. Al volver, nuestro vuelo de Oslo salió una hora tarde porque, según decían, había mal tiempo en Frankfurt, donde hacíamos escala para venir a Madrid.

Y llegamos a Frankfurt justitos para la conexión. Tan justitos que fuimos corriendo (esta vez con calzado apropiado) hasta la otra puerta, pero nos dijeron que la acababan de cerrar, que son muy puntuales, y que teníamos que esperar al siguiente, 2 horas más tarde.
Pero la cosa se tuerce más: cuando subimos a ese avión, nos dijeron una vez dentro que había que esperar una hora porque había tráfico aéreo. O sea: que el único avión puntual en Frankfurt era el que perdimos.

En fin… qué le vamos a hacer.

Por lo demás, la cobertura fue bien. Conseguimos colarnos dentro de una zona de prensa a la que en teoría no teníamos acceso, y ver la entrega del premio dentro. Pongo fotos aquí abajo. Sólo decir que la odisea aérea mereció la pena sólo por escuchar hablar a Obama. El hombre tiene una forma de soltar los discursos que te hace estar escuchando atentamente como a pocos. No lleva papeles, no tiene prompter (máquina que te dice delante lo que debes decir), mira hacia todos y hacia ninguno, habla, se para unos segundos, sigue... La recogida del premio fue lo que fue: un marrón para alguien que manda en un país metido en dos guerras. Y fue más una justificación de por qué él creía que estaba su país metido en esas guerras.

El premio fue, según mi punto de vista, y del de una gran mayoría empezando por Obama, inmerecido. Pero la experiencia de haber estado 45 minutos escuchando a un hombre que ha hecho y está haciendo historia, es impagable.

El salón del ayuntamiento donde fue la entrega



Invitados ilustres: Will Smith y familia



Obama, recién llegado, de pie esperando a la familia Real



Obama pensando "oh, what a brown..." (oh, qué marrón...)



Recogiendo el premio


Y hablando de la guerra




Y si no escribo antes… ¡¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ 2010!!

3 comentarios:

AE dijo...

¿Los bomberos rociaron de GASOLINA el ala y los alrededores del avión? Que bien, cuanta seguridad, me quedo mucho más tranquila...

Anónimo dijo...

UPS!! Siempre tan atenta... Era Agua!!! ya lo he cambiado :P

Anónimo dijo...

javi! un poco tarde, pero me he echado unas buenas risas leyendo tus experiencias en oslo!!! envidia sana la de escuchar a obama, y la de tener cerquita a will smith!!!!!!!!!!! jajaajaja
un abrazo, Lourdes B.