27 de diciembre de 2006

Ascensores rotos, váteres atascados...


Hoy ha sido un día duro. Llegué a casa a las 10:15 después de una larga noche. Y después de coger el bus que me ha llevado de tele5 a la estación de cercanías, el tren que me llavaba de ahí al centro de Madrid, más los dos metros para llegar a casa. Una maravillosa hora de viaje en la que me he ido durmiendo varias veces, y no sé cómo he conseguido llegar a mi parada. Entré en el portal zombi perdido, y me paré en el descansillo a gritar: “¡¡Ascensor!!” Tras llamar al ascensor y aparecer éste, me meto y pulso el 5º (mi piso). El ascensor se para en el segundo. Este cacharro cada vez está peor. Le doy otra vez al quinto. Mientras me lleva me fijo en la etiqueta pegada en una de sus maltrechas paredes. “Revisión válida hasta el 27-12-2006”. Miro el reloj, es 26. Cojonudo, mañana alguien caerá y morirá. A mi por de pronto me deja en el quinto. Me meto en casa y casi sin cambiarme me duermo en la cama.
A las 8 horas me despierto. Estoy descansado... menos mal. Me encuentro una nota de mi compi de piso: “El retrete está averiado”. Guay... lo tendré en cuenta. Me tomo un vaso de agua y tras acabarlo ya se me ha olvidado lo de la nota, así que me meto a uno de los baños a mear. Al terminar tiro de la cadena y veo subir el caudal del retrete a gran velocidad. “¡Mierda!” (nunca mejor dicho) Lo paro inmediatamente (tiene esa posibilidad) y el agua se detiene al borde de la taza. Soplo, como si fuera a hacer algo. Muy poco a poco el agua baja.
Me ducho y quedo con mi compi pa hacer la compra. Al salir de casa me encuentro una agradable sorpresa: el ascensor está roto. No aguantó hasta el 27...
Lo malo es al volver de la compra: 5 pisos pa arriba... Mientras subimos con las leches, el pan, la mochila, las bolsas... vamos adelantando gente. Parece una etapa del tour, solo faltan las motos y los tíos con las pancartas siguiéndonos. En el primero adelantamos a dos. En el tercero una señora se ha parado a respirar. En el quinto los que paramos somos nosotros. Mientras abrimos la señora llega y se vuelve a parar. Nos mira como diciendo: “No saldré de casa hasta que lo arreglen”. Y mira la comida que llevamos, como pensando “ Cabrones, han cogido provisiones...”. Y luego sonríe, pero ya no sé si pensaría “Sin haberlo preparado me ha salido un pareado” o “Me queda sólo un piso”.

Después poco más, se nos ocurre ir al gimnasio, a ponernos en forma un pokillo... otra vez lo más dur llega al final, cuando vlvemos y tenemos que subir una vez más esos 5 pisos...

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